Norma, convivencia y excepción
Un Café con Cristo
Cómo profesor de ética la valoración de la norma es un asunto muy importante, gran parte de nuestro currículo se encarga de enseñar a nuestros estudiantes la importancia de la norma como base para la sana convivencia, en un contexto como el nuestro en el que las y los jóvenes cada día quieren justificar la evasión de la norma en busca de sus sueños libertarios, propios de su edad, pero que en ocasiones se desalinean de lo que es fundamental para el bien común pensando puntualmente en el bien individual, un bien propio que no es en sí mismo mal intencionado pero que obedece a la falta de experiencia y a una lógica pragmática de lo simple, de lo que pueden ver en su mundo sencillo y pequeño, ese mundo que se refleja en la casa, en el colegio y en el barrio, ese mundo que no reconoce la responsabilidad del ser y que hacer como un ente comunitario y que, sin embargo, propone los estilos de vida para las nuevas generaciones, un mundo en el que se corren riesgos; el riesgo de la drogadicción, de la violencia intrafamiliar y social, del culto al cuerpo y sobre todo del individualismo, entre otros, pensar en la norma se convierte en un desafío pedagógico, ético y moral que debe hacernos llevarnos a reflexionar en ella como herramienta social y no simple discurso dogmático.
Así las cosas, el escenario que nos presenta Jesús en el Evangelio para el día de hoy nos invita a repensar la norma de una manera práctica y constructiva; uno de los principios de corrupción en Colombia ha surgido de lo que nosotros llamamos “micos legislativos”, es decir, aquello que está dentro de la norma y que salvaguarda o privilegia a determinado sector y le permite la evasión al cumplimiento de la misma, otro aspecto que desde muy joven he escuchado y que tiene que ver con la justificación de la corrupción toda vez que se naturaliza con resignación es la frase: “hecha la ley, hecha la trampa”, parece que estos aspectos que se han convertido en asuntos comunes de la sociedad nos han hecho hacer interpretaciones ajustadas de la norma, muy convenientes, insisto, para privilegiar a algunos sectores de nuestra sociedad, en ese sentido, debemos reconocer que somos una sociedad viciada con el deseo de formar nuevas generaciones libres de vicios, con personas autónomas y un alto estándar ético y moral, es una tarea difícil si somos conscientes de que ese cambio en la escala de valores debe comenzar por nosotros mismos y reflejarse en nuestros niños, niñas y adolescentes.
Ahora bien, cambiar implica reconocer el mal que tenemos, no basta con desear volver a los tiempos de antaño, es menester repensar, no el discurso sino lo actos que acompañan nuestro diario vivir, en ese orden de ideas, la perícopa de hoy nos permite encontrarnos con tres personajes que describen la situación social que vivimos, permítame pensar en la mujer encorvada porque de esa forma veo a nuestra sociedad, el Texto refiere que esta mujer no podía enderezarse a causa de un demonio, ¿Cuáles son los demonios que nos encorvan y no nos dejan ver hacia adelante?, saquemos el termino demonio del contexto de lo meramente diabólico y que encuentra su razón de ser y actuar en el mundo espiritual, ese demonio es simplemente aquello que nos está impulsando a hacer lo que no es correcto, a justificar nuestra propia corrupción, una corrupción que como ya lo mencioné arriba está naturalizada, dieciocho años son suficientes para que una persona naturalice su manera de vivir encorvado, de una forma que no le permita mirar más allá del suelo; en donde su panorama es polvo y estiércol, son los pies de los que van caminando hacia un lado y hacia el otro, allí no hay juicio, no hay dignidad, no hay sazón de la vida, no hay esperanza porque la mirada es vertical inferior y no horizontal, esta mujer, sin duda, representa nuestras vidas enfermas y la sociedad enferma pero no a causa del cuerpo sino de los malos hábitos propios seguramente pero también de una sociedad indolente que mirando al horizonte tampoco se fija en el que no puede mirar de la misma manera, esta mujer no necesitaba sanidad sino liberación, un asunto de la mente que le permitiera enderezarse, mirar a Jesús, participar de su amor y alabar a Dios, parece algo sencillo que Jesús habilito en un par de minutos pero que toda una sociedad no supo trabajar en dieciocho años, la palabra de Jesús y su toque son suficientes para hacernos entender que la primera razón de ser de la norma es el amor, nos trae a la memoria, pues estaba enseñando, que la sana convivencia ese resultado esperado de la norma comienza con el amor y que por lo tanto el camino de la norma es el amor, la enseñanza de Jesús, segundo personaje digno de revisar hoy, no es una enseñanza emocional o emocionalista, es una enseñanza razonada, en la que el ser humano tiene dignidad y no precio, él ve en esta mujer una necesidad y la libera, asume las consecuencias porque el sábado o Sabbat para los judíos es muy importante y se prohíbe hacer cualquier cosa que genere algo nuevo, déjeme hacer una interpretación personal, una vez más, y que como en otras ocasiones no se ajusta necesariamente a la academia, es contradictorio pensar en el día de reposo y no pensar en que se hacen cosas nuevas porque cuando nosotros descansamos nuestras células se renuevan, nuestro cuerpo se oxigena y si giramos nuestra mirada a la costumbre religiosa estamos creando un dialogo con Dios, un Dios que hace cada día nuevas misericordias, en ese sentido, liberar a una persona era absolutamente legal para un día sábado, el día del Señor, y es justamente lo que Jesús realiza, ya hemos dicho que Jesús estaba enseñando, lo hacía el sábado y en la sinagoga, es allí donde realiza el milagro de cambiar el estilo de vida de una mujer y la dignifica, los actos de Jesús son pedagógicos, él estaba liberando a esta mujer de una cadena pero cuando le hacen el reclamo él también reclama, ¿es licito desatar al buey o al burro para que tome agua y no liberar a una mujer, a un ser humano? Este razonamiento que además hace que quienes le acusaban tuvieran que callar pone sobre la mesa otro aspecto importante que tiene que ver con la valoración de las personas frente a lo material, en efecto, el burro y el buey, necesitan agua en el día de reposo, como usted y yo necesitamos el carro o la moto para ir a la iglesia o para movilizarnos a nuestros trabajos y vueltas personales y por lo tanto mantenerlo en buenas condiciones, no obstante, no puede ser más importante el vehículo que el valor de la dignidad que nos mueve a la misericordia, al amor y a bridar esperanza a nuestros congéneres.
"Es contradictorio pensar en el día de reposo y no pensar en que se hacen cosas nuevas porque cuando nosotros descansamos nuestras células se renuevan, nuestro cuerpo se oxigena y si giramos nuestra mirada a la costumbre religiosa estamos creando un dialogo con Dios, un Dios que hace cada día nuevas misericordias..."
Por último, encontramos al oficial de la sinagoga, es quizás la figura del Estado que defiende la ley mas no la interpreta en favor del pueblo, que pone el “mico legislativo” o que busca la trampa para eludir la ley; “vengan otro día para ser sanados y no el día de reposo” como si la enfermedad, la urgencia social, las catástrofes y desastres naturales tuviera una agenda para llegar, como si los habitantes de calle y otras personas con necesidades no existieran en determinados horarios, una ley que hizo Dios pensando en nosotros y que nosotros, los seres humanos deshumanizamos en nuestro afán egoísta, este hombre representa el Estado de la guerra, de las ejecuciones extraoficiales, el Estado que mata a sus niños, niñas y adolescentes porque se roba el dinero de la educación, de la salud, de la paz, el Estado del estatus Q que privilegia al que más tiene y que no quiere aportar para el más necesitado, este hombre nos representa a nosotros cuando decidimos no compartir la bendición que Dios nos ha dado y nos dejamos llevar por “leguleyadas”; discursos que solamente justifican nuestro individualismo y el deseo de ser privilegiados.
En últimas, hoy Jesús nos invita a mirar la ley desde el amor, desde la necesidad y la dignificación del ser humano, nos recuerda que la norma está y que es importante pero que su propósito es ser base para la sana convivencia y por eso su principio rector debe ser el amor. Que ninguna ley indignifique a nuestros hermanos y hermanas y que la construcción de la comunidad sea un absoluto goce de servicio en la base de normas justas y equitativas.
Con aprecio;
Luis Felipe
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