Iglesia de la Reforma Nunca Deformándose

Proclamación de la Palabra predicada el 27 de octubre de 2024 en el marco de la conmemoración de los 507 años de la Reforma Protestante, servicio preparado por el Concilio Unido Presbiteriano Hispano Latino del Sínodo del Noreste (PCUSA)

Rev. Luis Felipe Oliveros Gómez

   

12 Por lo tanto, como pueblo escogido de Dios, santo y amado, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, 13 de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. 14 Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. 16 Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. 17 Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. (Colosenses 3,12-17 NVI)

 

  Permítanme añadir a nuestra lectura bíblica una más, Efesios 5,1.2; “Por tanto, imiten a Dios como hijos muy amados y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.”, en estos dos versículos Pablo invita a imitar a Dios, una invitación que tiene mucho sentido a la luz del Antiguo Testamento, en Génesis 1,26 Dios dijo: "hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio...”. 

 

El ser humano fue creado por Dios con la capacidad de administrar o dominar la creación, fue hecho a imagen y semejanza de Dios con una habilidad especial para descubrir lo que es necesario para el buen vivir, Dios lo dotó con la conciencia para que pudiera discernir entre el bien y el mal, desde esa perspectiva, el ser humano ha sido llamado a imitar a Dios; un Dios que cuida de la creación, que sostiene su Palabra y su pacto, un Dios de profundo amor que se acerca a la humanidad y la cuida. 

 

En ese orden de ideas, el gran problema del ser humano consiste en que, en lugar de ser imitador de Dios, ha querido ser como Dios, tomar la posición de Dios, esto también lo encontramos en el relato del Génesis; la serpiente le dice a la mujer que cuando comieran del árbol del que Dios les había prohibido comer serían como Él, conociendo el bien y el mal (Gn 3,5), querer ser como Dios movió al ser humano a la desobediencia, querer ser como Dios ha traído dificultades a la humanidad. 

 

La historia de la humanidad se desarrolla en el conflicto de querer ser como Dios. El ser humano tiene en sus manos la vida y la muerte. Hoy en día estamos siendo testigos de lo que el ser humano es capaz de hacer; la medicina, por ejemplo ha avanzado tanto que se convierte en un arma de doble filo, el avance tecnológico debe ser una herramienta para salvaguardar la vida de todos los seres humanos, sin embargo, desde la moral cristiana podemos afirmar que en ocasiones no se está usando de manera adecuada, cada caso médico tiene contextos diferentes y respuestas u orientaciones morales diferentes, pero cuando se norma, se estandariza cualquier situación bajo la noción de derecho cooptando la visión integral de las situaciones particulares. 

 

Por su parte, la Reforma Protestante se dio en un contexto histórico particular, después de la conversión de Constantino la Iglesia cambio su estatus y comenzó a recibir beneficios que se tradujeron en poder, un poder que fue haciendo del cristianismo una fuerte institución inmersa en todas las clases sociales. A nivel político la Iglesia ungía a los reyes atribuyéndose un poder divino que marcó unas relaciones, a veces tensas, entre la Iglesia y el Estado. Si bien, las indulgencias y la doctrina del purgatorio fueron puntos importantes en la reflexión de Lutero, lo que se vivió en el contexto de la edad media fue el abuso de poder por parte de una Iglesia que había dejado de ser imitadora de Dios para ocupar el lugar de Dios, es importante mencionar la noción de infalibilidad papal que iba surgiendo en la figura de un Obispo de Roma que era el vicario de Cristo porque, definitivamente, cuando el ser humano ocupa el lugar de Dios la visión se nubla y la misión se pierde. 

 

En ese sentido, la Reforma Protestante fue un esfuerzo por volver a la sencillez de la Palabra y de la vida comunitaria, sin duda la Reforma Protestante es un movimiento de renovación espiritual que vuelve a la reflexión sobre la persona de Cristo como centro de la fe en la vida de la persona humana, se da como lucha en contra de las indulgencias porque comprende la gracia y la soberanía de Dios como elementos importantes para Su encuentro con el ser humano, dicha experiencia de renovación espiritual implica resignificar la vida y la misión para volver a lo que es fundamental: Sola Escritura, Gracia, Cristo, Fe y Gloria a Dios. 

 

En síntesis, la Reforma Protestante es un llamado a ser imitadores de Dios en un tiempo de poder político en el que, seguramente, se tenía que renunciar a los beneficios que el Estado otorgaba a la Iglesia y al clero para acercarse al sentido más fiel de la Palabra, al fin y al cabo, conforme a lo que reflexionamos en Efesios, ser imitadores de Dios debe ser una condición que florece por la naturaleza de ser hijos de Dios y consiste en llevar una vida de amor y de entrega total, recordando el modelo de humanidad perfecta que se encuentra en Jesucristo. Ese modelo de amor y de entrega que debe surgir como respuesta de la nueva vida, es decir, de la vida en Cristo, es el que debe brindar a la persona humana la posibilidad de construir una nueva escala de valores y de ética basada en el amor plasmado en el evangelio. 

 

De otro lado, la Reforma Protestante es herencia y nosotros somos sus herederos, lo que debe traer a nuestra reflexión, no solamente aspectos históricos sino también aspectos contextuales. La Iglesia de la Reforma es una iglesia reformándose conforme a la Palabra de Dios, sin embargo, en el contexto en el que nosotros estamos nos encontramos con el problema del conocimiento de Dios. Una sociedad que cada vez conoce menos a Dios o lo desconoce más, Dios se ha vuelto el desconocido de nuestra época, vemos personas caminar por la vida sin preguntarse por Dios, sin saber quién es Dios y, por supuesto, sin hablar de Dios. Así las cosas, pareciera que Dios fuera un espejismo, Sigmund Freud dijo que creer en Dios es delirar y Richard Dawkins afirmaba que “cuando una persona sufre un delirio se le llama locura” (Edwards, 2021), estas afirmaciones nos ubican en otra realidad frente a Dios, creer en Dios resulta una locura, ahora bien, ya Pablo había mencionado a los Corintios la locura de la predicación defendiendo su tarea misional, Dios se revela al ser humano mediante la locura de la predicación (1Cor 1,21).  

 

Para la Iglesia de la Reforma creer en Dios no puede ser una locura, Dios no es un espejismo, es una realidad a la que nos aferramos y sobre quien construimos nuestra vida, valores y caminos de convivencia. Dios es la respuesta para el ser humano quien divaga en medio de filosofías y conceptos alejados de Él. Dios es nuestro Padre y nosotros somos su Pueblo, estas dos acepciones aplican a la Iglesia en los textos que hemos leído, Pablo recuerda a los colosenses que son pueblo de Dios, llamado y escogido y esto debe hacernos volver a valorar ¿Quién es Dios? Y ¿Quiénes somos nosotros como pueblo de Dios? 

 

Estos interrogantes deben llevarnos a una profunda reflexión que se desarrolla tanto en la carta a los Efesios como a los Colosenses, la esencia misma de Dios, Juan en su carta nos enseñó que Dios es amor (1Jn 4,8) y la idea de ser imitadores de Dios está fundamentada en la idea del amor, una idea que transita en la carta a los Colosenses en la figura de un vestido, “vístanse de amor, que es el vínculo perfecto” (Col 3,14). Un vínculo es aquello que une a las personas, las relaciones personales están marcadas por vínculos y Pablo está invitando a ser imitadores de Dios mediante el vínculo del amor, el pueblo de Dios, la familia de Dios es aquella que se relaciona desde el amor y cuya esencia debe ser el amor, no se puede pautar la convivencia si no es a partir del amor, no podemos relacionarnos con Dios si no comprendemos Su amor, un amor que no merecemos, un amor que nos perdona, un amor que nos justifica, un amor que costó un precio muy alto, el precio de la cruz. Sin duda, un amor que nos muestra, en palabras del teólogo D. Bonhoeffer, una gracia cara, costosa. Un amor que es el vínculo perfecto. 

 

Esta reflexión del amor como vinculo perfeto para la comunidad y para el ser humano en su relación con Dios vuelve a ponernos en el eje central de la razón de ser de la Reforma Protestante, poner a Dios en el lugar que le corresponde, solo a Dios la gloria, y pensar en el ser humano que al encuentro con Dios cumple su misión y da sentido a su vida, si somos herederos de una Reforma que invita a estar reformándose continuamente, es necesario hacer un alto en nuestro camino y preguntar ¿Nos estamos reformando o nos estamos deformando? ¿Nos habrá pasado lo mismo que a la iglesia medieval? ¿Hemos dejado de sufrir la locura de la predicación y nos hemos acomodado a este tiempo, queriendo tomar la posición de Dios y dejándolo por fuera de nuestros templos, liturgias, ornamentos, política y, lo más importante, estilo de vida?  

 

Hacer un alto es la invitación a pensar si estamos vestidos del amor de Dios porque solo por el amor podemos vivir en una continua reforma, no obstante, lejos del amor solo podríamos decir que somos una iglesia en deforma, una pregunta más para esta tarde, quizás la pregunta central podría ser ¿Cuáles son las características de una Iglesia Reformada nunca deformándose?  

 

1. La Iglesia Reformada nunca deformándose es una Iglesia basada en valores éticos que construyen comunidad. (Col 3, 12-14) 

 

En ese sentido, la Iglesia Reformada debe tener presente sus bases para el desarrollo de relaciones interpersonales sanas, Pablo nos invita a revestirnos de afecto, bondad, humildad, amabilidad y paciencia. 

 

La iglesia está compuesta por sus miembros y el desarrollo discipular o catecúmenal debe ir más allá del conocimiento teológico, debe hacer un trabajo que impacte en el corazón de las personas, la experiencia de fe no se manifiesta en el conocimiento de la teología reformada sino en la conversión de las personas. 

 

La experiencia de Lutero con la Palabra de Dios le iluminó para liberarse de las culpas que su religión le imponía, hoy en día las personas viven con culpas que le impiden amar a Dios, amarse a sí mismo y amar al prójimo. Los aspectos que presentan los versículos 12 al 14 deben llamar a la conciencia del ser humano, de la iglesia y de las instituciones cristianas y reformadas porque es justamente la medida del amor de Dios en Jesucristo. Pablo presenta virtudes que permiten reconocer a Dios en el otro y que mueven a la comunidad en el amor y el perdón, dos virtudes que Dios no solo nos ha puesto como tarea, sino que las ha depositado de su mismo ser en nosotros al reconciliarnos con Él. 

 

El afecto, la bondad, la humildad, la amabilidad y la paciencia deben ser parte de la marca de Dios en nosotros. Pablo está hablando al pueblo escogido de Dios, al pueblo santo y amado de Dios, las relaciones que se trabajan desde estos valores permiten una convivencia que se refleja en el perdón y el buen vivir. 

 

Así las cosas, el perdón es en parte la medida de fe del creyente, el Padrenuestro reza: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a nuestros ofensores” (Mt 6,12), la oración que Jesús enseñó pone un condicionante que es el punto de reflexión moral de nuestra conciencia. Dios ya nos ha dado el perdón, pero la reflexión del perdón debe comenzar a ser vivencia en nosotros, si se invierte la formula entonces nos encontraremos con una realidad de fe; Dios nos ha perdonado y no tenemos pretexto para no perdonar.  

 

Los valores éticos que se construyen en la comunidad dan fuerza y valor a la vivencia del amor en el perdón, sin duda, el amor y el perdón que se experimentan mediante el afecto, la bondad, la humildad, la amabilidad y la paciencia transforman nuestra vida, nos liberan del yugo del rencor y nos ponen en conexión con Dios, transformando, reformando, reinsertando a la vida en comunidad y nunca deformando ni al ser humano ni a la iglesia de Dios.  

 

2. La Iglesia Reformada nunca deformándose es una iglesia de paz y unidad (Col 3,15-16) 

 

Si queremos ver un referente de agente de paz debemos ir al evangelio, es en Jesús de Nazareth que podemos encontrar un modelo de gestor o agente de paz que transmitió esa misma enseñanza en el camino del discipulado. El versículo 15 de la lectura que hemos hecho en la carta a los Colosenses trae a la mente la noción de gobernanza; “que gobierne en sus corazones la paz de Cristo”. La gobernanza tiene que verse desde la naturaleza del examen de conciencia moral porque está ligada al dominio propio que Pablo menciona en la carta a los Gálatas al hablar del fruto del Espíritu, mismo que comienza justamente con el amor (5,22-23).  

 

El examen de conciencia nos acerca a meditar sobre qué es lo que nos está gobernando a nosotros, cuáles son nuestros intereses particulares y colectivos, a quien damos la gloria, la honra y el honor, para quien trabajamos, si Jesús invitó a sus discípulos a dejarlo todo para seguirle; ¿Qué es aquello que nos gobierna para poder vivir en paz?  

 

La paz es un regalo de Cristo, el evangelio de Juan narra que Jesús dejó su paz a los discípulos (14,27), una paz que se marca con la promesa del Espíritu Santo y que, en consecuencia, debe gobernar a la Iglesia. 

 

La Iglesia Reformada debe reconocer el regalo de la paz y en ella al Espíritu Santo por quien hemos sido llamados. La paz es también un llamado a la Iglesia Reformada. Jesús fue agente de paz en la tierra; lo fue porque reconcilió a la humanidad con Dios, lo fue porque dignificó a las mujeres, lo fue porque puso su atención en los niños, lo fue porque fijó su atención a los nuevos modelos de familia y estableció la comunidad como un modelo de familia que acoge al que no tiene familia, Jesús fue agente de paz en tanto que luchó por la justicia conforme la Ley lo ordenaba y no como lo habían interpretado los maestros de la ley porque en muchas de esas interpretaciones habían deformas que se alejaban del propósito de Dios. 

 

El Señor dejó la responsabilidad del cuidado de los pobres que están representados en las viudas, los huérfanos y los extranjeros, enseñándonos que un sistema social que no pone su mirada en los grupos marginales y en los marginados siempre tendrá violencia porque el hambre y la angustia de no poder sostenerse a sí mismo y a las familias conlleva a tomar decisiones erradas que afectan toda la armonía social. 

 

La paz de Cristo es un aprendizaje que está en la Palabra del evangelio, la sola Palabra de Cristo que debe habitar en todos los creyentes. Pablo añade un adjetivo calificativo a la Palabra; “riqueza”. La Palabra que nos trae paz contiene riqueza. Para un mundo donde lo material está en el centro de la vida del ser humano Pablo presenta la Palabra como instrumento de vida que contiene riqueza, solo por la Palabra de Dios logramos encontrar los caminos para construir la paz. La Iglesia es, entonces, la comunidad de la paz y los creyentes debemos ser agentes de paz. 

 

La sola Escritura como base de nuestra herencia reformada nos llama al profundo estudio de la Palabra de Dios, un antiguo principio hermenéutico refería que la Biblia es su propio interprete y que todo pasaje oscuro que se pudiera encontrar hallaría luz en la misma Palabra, una iglesia reformada nunca deformándose pone sus cimientos en la Palabra de Dios, sin embargo, hay una insistencia en conocer la Palabra como experiencia de fe y no como mero conocimiento teológico o académico, la instrucción que demanda Pablo es una instrucción comunitaria y que se demarca en el escenario de la adoración, “instrúyanse y aconséjese unos a otros con toda sabiduría” (Col 3,16), es una instrucción que da la impresión de establecerse en la fuerza de la adoración comunitaria, del culto como acontecimiento en el que podemos experimentar la vida en comunidad y desarrollar la paz, acontecimiento en el que todos somos iguales y todos somos sacerdotes que venimos a ofrecer nuestras vidas como un sacrificio vivo, una comunidad que adora y agradece construye la paz en la base de los valores que antes habíamos ya mencionado; afecto, bondad, amabilidad, humildad y paciencia. 

 

3. La iglesia de la Reforma nunca deformándose es una iglesia que comprende el sentido de dar la gloria a Dios (Col 3,17) 

 

Si queremos encontrar el sentido a la máxima “Solo a Dios la gloria” es suficiente con mirar el versículo 17; “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. Dar gloria a Dios va más allá del sentimiento cultico en la adoración, es comprender que lo que nosotros hacemos en favor de la construcción comunitaria, de la formación de valores y de la práctica de la paz es servicio y en tanto que es servicio brinda gloria a Dios. Cada acción y cada palabra que surge desde la Iglesia Reformada debe ser un reflejo de Cristo, por su puesto una mirada al interior de nuestra realidad debe hacernos pensar si nuestras acciones reflejan la presencia de Cristo o la ausencia de él. 

 

El mismo examen de conciencia que nos lleva a pensar en la gobernanza y en los valores comunitarios debe llevarnos a la reflexión de la locura de la predicación, de la imitación de Dios en el amor y del revestirnos del amor para alcanzar el vínculo perfecto con Dios y con nuestros congéneres. Las posturas de la Iglesia Reformada deben estar marcadas por el amor de Dios y deben apuntar a buscar la justicia y la sana convivencia, nuestras relaciones deben ser relaciones diáfanas, transparentes, la razón de llamarnos hermanos es que somos una familia en la fe que proclama a Cristo no solo con las palabras sino mediante las acciones que muestran la vivencia de nuestra intimidad con Dios.  

 

La iglesia de la reforma debe ser una iglesia que ora, que busca la dirección de Dios, que logra discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo justo y lo injusto, no puede ser una iglesia parcializada ni politizada más bien debe ser instrumento de articulación y reconciliación entre todos los seres humanos. Cada acierto que damos en el amor y la esperanza para la humanidad es un grito de proclamación para que Dios sea conocido, sin embargo, cada desatino que se refleja en la mezquindad, la falta de compasión y de amor, el irrespeto, la falta de prudencia y de estudio para emitir juicios morales provoca un reclamo de Dios, de nuestra herencia reformada y de nuestra tradición en el despertar espiritual del siglo XVI. 

 

Una iglesia que se reforma desde el amor, la paz y la convivencia es una iglesia que acierta en el llamado de Dios a revestirnos de amor y ser sus imitadores, no obstante, una iglesia que se aísla de la realidad, que no cuida de los pobres, que no opina frente a las injusticias y que no denuncia el pecado es una iglesia que se deforma manteniendo su vínculo a un pasado que ya no representa la realidad actual. 

 

Una iglesia que no se deforma es aquella que puede leer los tiempos y actuar conforme a la voluntad de Dios es, además, una iglesia agradecida porque tiene la oportunidad de proclamar el evangelio, de dar a conocer al Dios del que el mundo se ha olvidado y de traer esperanza a la humanidad deshumanizada. 

 

En conclusión, podemos afirmar que vivimos tiempos similares a los tiempos de la reforma protestante, e incluso, a tiempos más antiguos en los que el ser humano ha tomado el lugar de Dios. 

 

Así las cosas, tenemos el desafío de volver a la sencillez de la Palabra, la construcción de comunidades saludables que establecen sus vínculos desde el amor y la construcción de paz, comunidades que miran hacia adelante buscando la perfecta voluntad de Dios y una intimidad con él, no es en vano que estemos acá, 507 años son el reflejo del actuar de Dios, del amor de Dios.  

 

Sin embargo, hoy tenemos la posibilidad de mirar nuestra realidad y aceptar el desafío que tenemos de presentar a Dios, de hacer de Dios el ser más conocido en la humanidad, hoy en día tenemos templos, edificios, liturgias, un libro de orden y confesiones que son herramientas destinadas para la proclamación de la Palabra de Dios, cada uno de nosotros tiene el desafío de moverse, abrir la boca y proclamar la libertad que hemos encontrado en el Señor.  

 

Nuestra realidad demanda la acción de una iglesia reformada siempre reformándose conforme a la Palabra de Dios y no la pasividad de una iglesia reformada que se deforma en sus caprichos humanos buscando ocupar el lugar de Dios. Que hoy sea una invitación para renovar nuestra fe y transitar a la acción clara, sincera y diáfana de la predicación del Evangelio. 

 

¡A Dios sea toda la gloria!

Comentarios

  1. Este mensaje tan profundo nos invita a retomar y retornar a lo esencial y sencillo de nuestra fe. A vivir imitando a Jesús, a orar, a buscar la dirección divina cada día y a amar como Dios ama su creación. Es justo lo que necesitamos hacer en este tiempo tan restante que vive la humanidad! Gracias Pastor!

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  2. Excelente análisis y reflexión para el día de la reforma, y me encanta el título, “La Iglesia Reformada nunca deformándose”.
    El vinculo para poder volver al camino correcto que lleva a Dios es el amor, y esto es algo que la humanidad ha perdido, pues muchas veces realmente no entendemos lo que es el amor, por mas que leemos que Jesucristo dio su vida por nosotros siendo pecadores, no nos hace reaccionar.
    Pues si reaccionáramos y entendiéramos lo que es el amor y, sobre todo, si tuviéramos un amor genuino dentro de nosotros, entonces las cosas serían muy diferentes, pues estaríamos llenos de gozo y jubilo que Jesucristo siendo inocente dio su vida en rescate por nosotros, y sentiríamos el deseo de ir a la iglesia y adorar al señor del universo con toda nuestra mente y con todo nuestro amor en el corazón, más sin embargo no es así.
    La gente prefiere irse de compras o a una fiesta, pero no quiere ir a la iglesia, y mucho menos quiere comprometerse con actividades de la iglesia, y en caso de que va a la iglesia, se encuentra de mal humor y quisiera que se terminara lo más rápido posible para poder salir, y una vez saliendo, se le olvido completamente de lo que trato el sermón.
    Esta es una señal clara que la gente aún no ha entendido no hemos entendido lo afortunados que somos al haber recibido la salvación gratuitamente, pues Jesucristo dio su vida por cada uno de nosotros.
    “Nadie tiene mas amor que aquel que da la vida por sus amigos”
    Muchas veces decimos amar a Dios, mas, sin embargo, como está escrito “Este pueblo de labios me honra; más su corazón está lejos de mi”, nos cuesta tanto entender que Dios necesita adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad, y para poderlo hacer, necesitamos el vinculo del amor que se ha perdido.
    Por lo tanto, excelente conclusión y estoy muy de acuerdo, pues necesitamos volver a la sencillez y verdad de la palabra de Dios, pero para eso es necesario que leamos la palabra de Dios, y ese es otro punto donde la humanidad y hablando localmente, nos quedamos cortos.
    Que el señor tenga misericordia de nosotros, y permita que un amor genuino y verdadero nazca y abunde en nuestros corazones, solamente entonces podremos verdaderamente seguir al maestro, y la gente nos conocerá de la misma manera que la iglesia primitiva fue conocida que era por la forma como se amaban unos a otros con amor no fingido sino amor genuino y verdadero.
    Muchas gracias Reverendo y muchas Bendiciones!

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  3. Lastimosamente, en los estados unidos, iglesias antiguas, estan aceptanto el matrimonio entre parejas del mismo sexo y si estuviera vivo martin lutero le seria de gran desepcion de como se ha tolerado ésta practica anti-narural

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