Meditando en nuestra fe, 7 de febrero, 2024
¡Ay de mí si no predico el evangelio! (1 Corintios 9:16-23)
Meditemos:
salvar a la humanidad viene de Dios quien envío a Su hijo Jesucristo para que pagará por todos nuestros pecados, por el Espíritu Santo hemos sido convencidos de pecado y Su gracia que es irresistible nos ha alcanzado abriendo nuestra mente y corazón para que pudiéramos comprender el inmenso amor de Dios en nuestra vida.
Así las cosas, usted y yo somos ahora de Cristo y por el inmenso amor de Dios hemos sido transformados y liberados en nuestra mente y corazón, hemos sido perdonados y hemos aprendido a perdonar, hemos sido amados con el perfecto amor que es el de Dios y estamos aprendiendo a amar a los demás, seguramente, estamos aprendiendo a cuidar de nuestro cuerpo, nuestra familia, a desarrollar relaciones interpersonales sanas, a alegrarnos con aquellos que se alegran y lloran con nuestros hermanos en sus momentos de dolor, Dios ahora está en nuestra vida y eso debe haber cambiado nuestra visión de la vida.
Ahora bien, Dios nos ha llamado no para hacernos orgullosos ni para ser una “casta” especial, Dios nos ha llamado para que compartamos Su amor con otros, nuestra misión es predicar el Evangelio, la buena noticia del amor de Dios, a toda la humanidad, fuimos salvados y transformados para el testimonio de Dios, para que seamos canales de bendición en nuestro entorno, para que llevemos paz a donde solo hay guerras y peleas, para que llevemos amor a donde hay odio, para que llevemos alegría a donde solo hay tristeza y dolor, para que seamos esperanza en una sociedad desesperanzada y sin valores, la predicación del Evangelio debe ser la muestra del amor de Dios en nosotros, nuestro deber ser como cristianos es predicar a quien nos ha salvado y nos ha transformado.
Que nuestras vidas sean un ejemplo de amor para la humanidad y que a donde estemos podamos impartir ese amor de Dios.
Reflexiona:
¿Alguna vez te has sentido como la luz en medio de la oscuridad? A veces Dios nos permite llegar a lugares en crisis para transformarlos siendo así testimonio del amor de Dios que hay en nosotros.
Oremos:
Dios de amor,
aviva tu fuego en nosotros,
que nuestras acciones y palabras reflejen Tu amor,
que nuestra vida sea un ejemplo de luz y servicio,
que nuestro ser refleje tus acciones y tu amor,
para que muchos te conozcan a través de nuestra predicación.
En Cristo Jesús, amén.
Con profundo amor;
Rev. Luis Felipe
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