Un juicio propio

Un cafe con Cristo 

San Lucas 18:9-14



Una de las cosas más difíciles a las que el ser humano se puede enfrentar, quizás, sea la de emitir juicios; los primeros versículos del capítulo 18 del Evangelio de San Lucas, Texto que discutimos en la columna pasada nos presentó la parábola de la viuda y el juez injusto, en esa historia el juez era un personaje particularmente interesante pues Jesús lo define como un hombre que no tiene temor de Dios ni consideración de nadie, este personaje, que como lo anoté la semana pasada representa a la institución jurisprudente que debe impartir justicia en la sociedad tiene una responsabilidad social alta porque para poder hacer bien su labor requiere hacer una mirada absoluta del contexto, quitarse los prejuicios y mirar más allá de las palabras de quienes entran en pleito para lograr acertar en sus lecturas y emitir un juicio. 


Ahora bien, si es difícil impartir justicia o emitir juicios, por ejemplo, se nos hace difícil encontrar la verdad en dos adolescentes que tienen un conflicto, cuando vemos dificultades familiares entre nuestros vecinos, o momentos conflictivos en los ambientes laborales, entre otros, pues esto implica tener la capacidad del juez de contextualizar la situación y comprender las palabras, acciones y actitudes de otras personas, no obstante, una cosa más difícil resulta emitir un juicio hacia nosotros mismos; la capacidad de mirarnos desde adentro, reconocernos, identificar nuestras fortalezas y debilidades y emprender planes de acción que nos permitan mejorar no resulta ser tarea fácil. 


En ese sentido, El Texto del Evangelio de hoy está hecho justamente para nosotros, es un llamado de atención al cuidado en nuestro juicio y en nuestra forma de ser, el versículo nueve de la perícopa nos refiere que Jesús estaba hablando a personas que confiaban en sí mismos, se creían justos y menospreciaban a los demás, es decir que las palabras que vienen a continuación están dirigidas a personas que en el hecho mismo de despreciar a los demás no han aprendido a hacer un juicio de sí mismos. 


En ese orden de ideas, el primer llamado de atención que tenemos tiene que ver con la mirada que nosotros hacemos desde nuestro interior, asunto que mencioné unas líneas arriba, justificar nuestras acciones es una salida en falso que busca acomodar al mundo a nuestro alrededor y esto solamente nos deja desprecio por el otro, una mirada cerrada de la realidad y, en consecuencia, un tipo de amargura que se manifiesta en el maltrato a los demás y el deterioro de nuestro cuerpo a causa de enfermedades que se derivan de esas actitudes, es evidente que ningún juicio que nosotros hagamos de nosotros mismos puede ser tan cerrado que termine siendo una autoadulación y culto a nuestro ser. 


Para explicar mejor esta cuestión Jesús hará uso de otra parábola que se conoce como" el fariseo y el publicano", dos hombres con sentimientos diferentes y con misiones de vida absolutamente diferentes, el primero, debería representar la piedad y el amor al que somos llamados desde la ley de Dios; como escuela de pensamiento el fariseísmo propendía por la pureza de la ley pero, al parecer, no habrían logrado interpretar el sentido de la ley de Dios como un camino a la convivencia de la comunidad, el segundo hombre, el publicano, era un recaudador de impuestos, considerado como traidor a la patria por trabajar para el imperio romano, seguramente, tendría un concepto diferente de la vida marcado por el ejercicio económico de tributar a sus connacionales, no obstante, Jesús refleja la realidad en el pensamiento, las crisis y los desaciertos a las que estás personas se enfrentan a la hora de encontrarse consigo mismas, primer paso, para el encuentro con Dios.


En ese sentido, el fariseo se levanta y hace una evaluación de todo lo que hace, Jesús refiere que se puso a orar “consigo mismo”, se puso por delante haciendo gala de todo lo que hacía y que, quizás, pensaba que hacía perfecto, como lo dije antes, la única cosa que olvidó fue reconocer a las otras personas como iguales a él,  “no soy como los otros hombres”, la actitud de desprecio a los demás resulta ser evidente y por lo tanto su mente se centraba en el pequeño mundo que le rodeaba y que se manifestaba en lo que estaba escrito de manera literal, esa visión cerrada ni siquiera le alcanzaba para ver la dignidad del ser humano que le acompañaba en el templo y que, en la práctica, era a quien debía enseñar las verdades de la fe, de otro lado, aparece el publicano, consciente de su condición, sabedor de que no es querido por su pueblo, reconociéndose como un pecador, como una persona que falló en el blanco, en el objetivo de la vida y que reconoce la necesidad de Dios en su vida, un hombre que no habla consigo mismo sino que habla a Dios porque comprende que si hay alguien que le puede brindar un bálsamo a su enredada vida es justamente Él, este hombre no tiene necesidad de compararse, de autoalabarse, ni de mencionar las cosas buenas que ha hecho en la vida , quizás su ofrenda sería secreta, el amor por sus hijos y familia no sería notorio por los demás, tampoco su lealtad a los amigos, porque el hecho mismo de ser publicano ya le haría un estigma social. 


El oficio del juez que leímos la semana pasada hoy se encarna en nosotros desarrollando la capacidad de autoevaluarnos y de esa manera echar un vistazo a nuestra relación con nosotros mismos, con las otras personas y, en consecuencia, con Dios, ¿Cómo estamos desarrollando esta tarea? Nuestro ejercicio de acercamiento a Dios ¿nos está permitiendo reconocernos con sinceridad, amor y bondad y, de esa manera, ver al otro con misericordia y reconocerlo como hijo o hija de Dios? 


Hoy es un buen día para reflexionar, no en los otros sino en nosotros mismos, hoy debemos ser nuestros propios jueces y acercarnos a Dios en la esperanza de que el sana nuestras heridas, limpia nuestras maldades, perdona nuestras transgresiones y nos ayuda a comprender a quienes están a nuestro alrededor de tal manera que podamos construir un mundo mejor. 


Con afecto; 


        Luis Felipe  

Comentarios

  1. Muy correcto, asi debe ser.
    Que palabra tan acertada!

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