REFLEXIÓN TERCER DOMINGO DE PASCUA

Abril 30 de 2017
Tercer Domingo de Pascua


Textos Bíblicos: Hechos 2: 14a, 36-41; Salmo 116; 1-3, 10-17; San Pedro 1:17-23; San Lucas 24: 13-35

Hemos insistido que nuestra relación con Dios es una relación que surge de la vida y se mantiene en la vida, Dios es Dios de vivos y no de muertos y, en el ámbito de la fe, nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, ahora bien, es importante reconocer que para nosotros, los cristianos, esta experiencia de fe constituye un alto en el camino en el que reflexionamos a propósito de nuestra vida y valoramos la presencia o ausencia de Dios en nuestras vidas, cuando esto pasa, la voz del Señor llega por algún medio para traernos la esperanza de la resurrección.

En ese sentido, las lecturas de hoy nos traen algunos elementos interesantes que nos permiten comprender un poco más lo que se produce en dicha experiencia de fe; como resultado de la predicación de San Pedro surge una pregunta “¿Qué debemos hacer?” y la respuesta es sencilla, vuélvanse a Dios, el bautismo es la evidencia de volver a Dios toda vez que marca el compromiso del creyente con el Señor pero no puede haber bautismo sin volvernos a Dios, ahora bien, este hecho de volverse a Dios tiene como resultado recibir al Espíritu Santo y en consecuencia el perdón por nuestros pecados, Dios es un Dios que dignifica al ser humano y le lleva del estado de muerte al estado de la vida, que perdona nuestras faltas y que nos anima a seguir adelante.

Ahora bien, San Pedro, en su primera carta reafirma lo que ha dicho luego de la predicación de los tres mil: “Dios nos ha rescatado de la vida sin sentido que teníamos y que además habíamos heredado de nuestros antepasados”, lo que nos refiere que el Evangelio es liberador, el mismo San Pedro nos explica que esta experiencia de fe y esperanza, redunda en el mensaje de la verdad, Dios nos perdona y purifica para que nosotros tengamos la capacidad de amar, el gran mandato es amarnos unos a otros con corazón puro y con todas nuestras fuerzas.

Es este mismo mensaje el que Jesús, seguramente, lleva a Cleofás y su compañero de camino, la tristeza no les permitía reconocer al Maestro que tenían al frente, hablaban en pasado, “tenían esperanza” en el que “era” y sin embargo “el que Es” estaba caminando con ellos, su presencia era tan interesante que ellos preferían decirle al Señor que se quedará, y es allí donde se comprende el valor de la comunidad y la fracción del pan.

¿Qué paso en ese momento y en ese lugar? Estos hombres, desesperanzados, que miraban el pasado y que tenían a Jesús caminando en su presente, se reencuentran con él en la fracción del pan, porque es allí donde Jesús se manifiesta, en ese sentido partir el pan significa construir comunidad, compartir con el otro y con la otra sus luchas, sus miedos, sus sueños y trabajar juntos para salir adelante, partir el pan es construir la comunidad, obedecer al mandato del Señor de amarnos los unos a los otros, partir el pan es reencontrarnos con Cristo, partir el pan es salir de nuestra capilla, luego de participar de la eucaristía y llevar bendición por donde caminemos.

¿Qué haremos? Volvernos a Dios, aprender a amar y partir el pan como un proyecto de vida que nos permita construir una mejor sociedad, una mejor comunidad.


Bendiciones para todos y todas!

PFelipeOliveros

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