REFLEXIÓN CUARTO DOMINGO DE PASCUA

Abril 30 de 2017
Cuarto Domingo de Pascua


Textos Bíblicos: Hechos 2:42-47; Salmo 23; 1 San Pedro 2:19-25; San Juan 10:1-10

El tiempo de Pascua nos ha recordado la resurrección de Cristo como un eje central de la vida de la fe y de la experiencia cristiana, sin embargo, hoy San Pedro, centra su mensaje en la comunidad que ha experimentado la fe con Jesús el Resucitado; la lectura del libro de los Hechos de los apóstoles, nos dan un panorama de lo que se iba haciendo la comunidad, de lo que podemos destacar que era una comunidad “fiel”, lo que nos hace comprender que la experiencia de fe, el arrepentimiento nuevo nacimiento, genera un cambio interior en nuestras vidas, cambio que debe manifestarse en lo exterior, esta naciente comunidad es una comunidad que ve las cosas de manera diferente, piensa y hace de manera diferente, se conectan de manera diferente, pues hemos de recordar que el eje central del Evangelio es el amor y esta es una comunidad que construye una forma de vida a partir del amor, eran fieles dice el Texto, eran fieles en la Palabra, pues su experiencia, derivada del discurso de los apóstoles, les llevaba a conocer y fundamentar su fe a través de la Palabra, no obstante, una nueva interpretación surgía porque ahora la lupa era la lupa del amor, esta fidelidad a la Palabra era y es una invitación a compartir lo que tenían y esto es poner al servicio de otros nuestras cosas, saberes y talentos, la comunidad primitiva sabía poner a su servicio todo lo que los miembros tenían abriendo espacio para el desarrollo comunitario, buscando que a nadie le faltara nada, construyendo y creciendo juntos, pero más importante que esto material es que la comunidad primitiva era fiel en la fracción del pan y la oración, se reunían para partir el pan y orar , hoy en día nosotros nos reunimos en la eucaristía para la fracción del pan y la oración siendo así la eucaristía un milagro de amor que nos consolida como comunidad.

Esta fidelidad a  la Palabra, al servicio, compartiendo lo que tenían, y a la fracción del pan y la oración producía milagros, el templo y las casas como lugares de oración hacían que se comprendiera el valor y significado de la “común unidad”, esta vista como un milagro de amor de Dios en el que con alegría y sencillez de corazón se unían las personas para conocer a Dios y ser liberados y transformados en sus vidas, naturalmente crecían en número y en espíritu pues el amor que fluía permitía afianzar los lazos fraternales en la comunidad, en ese mismo sentido, San Pedro nos pone, en su carta, el costo de construir la comunidad y lo describe con la palabra sufrimiento, es decir negación a sí mismo, básicamente en el sentido de la concepción de lo justo, la justicia debe ser resultado de la experiencia de fe con Dios, experiencia que redunda en asumir una actitud como la de Cristo, en amor, comprendiendo el sentido de la sana espiritualidad que edifica y añade a nuestra vida y que permite que podamos negarnos en favor de la justicia, formando nuestro carácter en el amor de Cristo, en la responsabilidad de ser comunidad, San Pedro nos invita no a sufrir sino a encontrar el camino de la verdadera justicia.

En ese sentido, la justicia, como conjunto de normas para la sana convivencia, desde la fe nos permite reencontrarnos con la palabra del Evangelio de San Juan quien nos invita a hacer la relación entre quien es el pastor y el que es ladrón, “mis ovejas oyen mi voz y me siguen”, es decir, que el sentido comunitario de la fe asociado con nuestra labor pastoral de cuidar, acompañar, ayudar, bendecir, entre otras cosas, a los hermanos genera una relación interesante en la construcción de la común – unidad y con ello de nuestras normas de convivencia, nuestro pastor es el Señor, lo hemos declarado en el Salmo, pero esta relación se evidencia en los hechos que nosotros hagamos como creyentes en Jesús y que están bien descritas en el libro de los Hechos.

La comunidad de fe es entonces, una común-unidad, donde luego de tener el encuentro con el amor de Dios nos permite cuidarnos unos a otros, afianzar lazos de hermandad que permiten además comprender la medida justa de la negación para que nuestro relacionamiento en la fe produzca vida en abundancia.

Bendiciones

@PFelipeOliveros

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