El valor de lo perdido
Un Café con Cristo
Cuando nos acercamos a los evangelios nos encontramos con
la esencia misma del amor en los actos de Jesús, caminar con Cristo en el
evangelio según San Lucas como lo hemos hecho durante este año nos permite
reconocer a Jesús desde unas lógicas absolutamente diferentes a la que la
sociedad nos ha enseñado, la lógica de Jesús es una lógica del amor, la
compasión y la dignificación, los últimos domingos hemos reflexionado
apropósito de esto en la medida en que Jesús nos invita a poner en orden
nuestras prioridades, mi columna pasada fue un desafío a comprender que Dios
espera que nosotros le amemos como no amaríamos a nadie más, en ese sentido a
sacrificar el amor por nuestros seres queridos, insisto, es un asunto de
prioridad en donde Dios es lo más importante para nuestra vida.
En este café es importante recordar esa enseñanza porque
el día de hoy Jesús, con Su ejemplo, nos invita a comprender el valor de lo
perdido; un adagio popular nos dice que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo
pierde”, la expresión aplica en muchos niveles, quizás usted ha tenido en su casa
algún objeto estorboso que decidió botar en una jornada de aseo y que con el
paso del tiempo lo llego a necesitar y lamentó el haberlo desecho, en este
mundo tecnológico limpiamos las bandejas de entrada de nuestros correos o de
las redes sociales y también sucede que en el tiempo requeríamos algún dato que
habríamos eliminado, en nuestra vida relacional también hemos perdido amistades,
seguramente, nos hemos dado cuenta del valor de las personas cuando ya no están
a nuestro lado, los hijos valoran a sus madres y padres cuando ellos ya no
están, los padres valoran a sus hijas e hijos cuando están lejos, las parejas
se valoran cuando han decidido terminar la relación y se han perdido, el ser
humano lamenta el tiempo que pierde en la juventud y la fuerza física que con
el tiempo parece que se fuera diluyendo, en fin, hay muchos escenarios para
comprender que nuestra naturaleza añora lo que se ha perdido.
"Seguramente, nos hemos dado cuenta del valor de las personas cuando ya no están a nuestro lado."
Mientras compartimos esta taza de café, quizás el pan o la galleta, le invito a pensar en aquellas personas que a menudo vemos y referimos como perdidas, quizás sean los adictos, alcohólicos, habitantes de calle o la misma juventud que, por supuesto, es diferente a la nuestra porque nosotros somos padres diferentes a los nuestros, seguramente, si usted no es el familiar de una de estas personas podría decirme que eso no tiene que ver con usted, no obstante, este tipo de personas tienen mucho que ver con nosotros porque cuando los encontramos pueden producirnos miedo, rabia o algún tipo de aberración, de lo contrario, si hacen parte de nuestro entorno familiar o cercano nos producirán dolor, ahora le invito a reflexionar en otro tipo de personas que aunque están perdidas nosotros las vemos con admiración y en ocasiones buscamos su cercanía; el político corrupto, el miembro de las fuerzas militares que abusa del poder, aquellas personas que se han dedicado a ganar dinero fácil y que, en ocasiones, buscamos para acercarnos sin importar las normas éticas, estas personas entre otras han traicionado la confianza social y aunque sabemos que están perdidos los miramos con recelo pero con cercanía porque en un país como el nuestro en donde los niveles de corrupción son tan altos hemos normalizado la trampa y el atajo, quizás usted y yo estemos en ese grupo y no hemos tomado conciencia de ello.
Ahora bien, permítame decirle que hay un tercer grupo de personas que bien podrían estar entre los perdidos, aquellos que hablan de la fe y que establecen normas y leyes, se hacen legalistas y como le diría San Pablo al joven Timoteo se creen doctores de la ley, personas que, no dudo, sienten un profundo celo por el Señor y por Su obra pero que se han apartado del principal mandamiento del Señor Jesús que es el amor para ubicarse en una posición “privilegiada” que les permita acusar a los demás por sus nefastos estilos de vida, es bueno pensar y recordar que Jesús no estuvo de acuerdo con esta forma de actuar porque es un tipo de vida que aleja a la humanidad entre sí y con ello a la humanidad con Dios.
Estos tres tipos de personas aparecen en el Texto que hoy nos recuerda el valor de lo perdido, es interesante ver que el Evangelio nos refiere que quienes seguían a Jesús eran cobradores de impuestos y pecadores, por lo menos así lo manifiesta el primer versículo del capítulo 15 del Evangelio de Lucas, en ese versículo podemos ver reflejado a los dos primeros grupos de personas, los pecadores eran aquellas personas que la sociedad conocía y que sabían que estaban lejos de la norma moral social y religiosa, notemos qué tan esperanzador es el mensaje de Jesús que estas personas “pecadoras” lo seguían, eran personas que no solo tenían necesidades físicas sino emocionales y encontraron a un Jesús que les advierte que deben dejar todo y tomar su cruz para poder seguirle, lo paradójico en este grupo de personas es que muchos de ellos no tienen padre, ni madre, ni hermanos, lo único que tienen es la fuerza para vivir, por lo demás, están perdidos, atados por sus propias cadenas y colgados de su propia cruz; quizás algunos de ellos se preguntarían ¿Qué hay que hacer para dejar mi cruz y tomar la tuya, Jesús?, estos pecadores y pecadoras están representados en el leproso, la prostituta, los adúlteros y todo lo que socialmente es inadmisible, el segundo grupo, los de “cuello blanco”, están representados en los publicanos o recaudadores de impuestos, estas personas eran judíos que estaban al servicio de Roma para cobrar los impuestos, eran considerados como traidores de la nación porque su rol consistía en cobrar el impuesto para el imperio pero además ellos sustraían su propia ganancia, este grupo de personas tenían un estatus y se movían con plena libertad financiera y social, sin embargo, estaban perdidos porque se habían desconectado de su nación, eran aborrecidos por los suyos.
"una mirada de Jesús basta para hacer la lectura correcta y dar valor a lo perdido o a los perdidos"
Estos dos grupos de personas eran los que seguían a Jesús para escucharle haciendo que Jesús fuera criticado por la clase religiosa de la época; los fariseos y maestros de la Ley, el tercer grupo que seguramente estaba igual o más perdido porque no estaban cumpliendo con el verdadero mandamiento, no habrían comprendido la importancia de la comunión y excluían de la fe, el derecho a creer, a sus congéneres, una mirada de Jesús basta para hacer la lectura correcta y dar valor a lo perdido o a los perdidos, refiere dos ejemplos, de la manera más incluyente Jesús refiere la historia de un hombre y de una mujer, el primero pierde una oveja y la segunda pierde una moneda, el primero tiene un rebaño y la segunda tiene un capital, el énfasis está en que ambos tenían más de lo que habían perdido, pero la verdad es que ninguno de nosotros quiere perder y eso es lo que hace que cada uno de los personajes de la historia de Jesús emprendan la labor de buscar aquello que se ha perdido, ellos no han restado valor a lo que tienen pero saben que lo que han perdido resta en la totalidad capitalizada, en otras palabras, este hombre y esta mujer no contemplan la posibilidad de perder, se piensa en ganar o por lo menos en mantener pero nunca en perder, el Texto denota la gran importancia que se tiene al encontrar lo que se pierde, llaman a sus amigos y amigas respectivamente para que se alegren, quizás han gastado de lo mismo que han encontrado para sumar a la alegría, en ese orden de ideas, lo perdido tiene un valor quizás mayor que lo que se conserva, porque el concepto de pérdida induce al fracaso y al dolor, se pierde aquello por lo que somos conscientes que hemos trabajado, se pierde, quizás cuando hemos descuidado lo que tenemos, se pierde cuando dejamos de valorar lo que hay alrededor de nosotros y se pierde cuando quitamos la atención en aquello que hemos alcanzado.
Así las cosas, Jesús responde al tercer grupo de personas, a la elite religiosa, y le hace un llamado de atención que les debería hacer pensar y resignificar su misión como intérpretes de la Ley, “De la misma forma hay fiesta en el cielo cuando un pecador se arrepiente”, y nos invita el Señor a pensar en ganar a aquellos a los que se han alejado, a esos que llamamos perdidos, a los pecadores y publicanos, porque no hay otra forma de construir un mundo mejor, de alcanzar la paz, de vivir el camino de la felicidad que no sea en la reconciliación como un testimonio de Dios para el mundo, reconociendo a los perdidos y reconociéndonos cuando estamos perdidos, tender la mano para crear lazos de amistad y de amor que construyan una mejor humanidad.
Que Dios nos ayude para que podamos ver diferente y caminar en pos de los que verdaderamente necesitan el mensaje del Evangelio.
Con Afecto;
Luis Felipe
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