Dicha y norma, sal y luz
Un café con Cristo
Ser sal y luz es la misión que Jesús nos da en la lectura del día de hoy, dar sazón y brillo a la humanidad es una tarea cristiana de la que por años hemos nosotros hablado al hacer la lectura de esta perícopa, no obstante, tengo la sensación de que aún nos queda la pregunta apropósito de cómo serlo, ¿Qué se
requiere para ser sal y luz en un mundo que se viste de corrupción? ¿Cómo luchar y ser antídoto en contra de las enfermedades sociales que discriminan, menosprecian y vulneran a otros seres humanos?
Es fácil pensar que el hecho de
adoptar la fe cristiana, de llevar la etiqueta religiosa, nos hace ser luz y
sal para la tierra e incluso que ya nosotros estamos libres de la corrupción,
sin embargo, ser luz y sal no es tan fácil, cuando miramos nuestras nuevas
generaciones deberíamos ser conscientes de que ellos necesitan respuestas
acordes a estos tiempos y que siempre es fácil transmitirlas desde nuestro
conocimiento y lógica moral y bíblica, la inversión en la escala de valores
hace que se naturalicen acciones que no conllevan a algo bueno para nuestros
jóvenes y, en ocasiones, padres y maestros no saben como abordar y volver a los
caminos de paz y armonía, así mismo, conceptos de belleza, libertad, desarrollo
de la personalidad, entre otros, se han dejado al discernimiento de las nuevas
generaciones sin que ellas tengan espacios de reflexión y dialogo con los más
viejos, espacios que permitan interactuar y construir un pensamiento tan
progresista como responsable y ese abandono social a la juventud está
redundando en depresión, soledad, falta de comunicación y confianza que a su
vez llevan a la toma de malas decisiones como las adicciones, el suicidio o, en
otros casos, el homicidio, lo uno y lo otro ya sea de manera física o emocional
es una mirada triste de la muerte que sobrecoge el sinsentido de la vida, de
manera figurada la oscuridad y la desazón de la existencia.
El contexto mencionado arriba nos
debería invitar a pensar de qué manera seremos la sal y la luz de la
tierra, ¿Cuál es el papel del cristiano y de la iglesia, de quienes predicamos
la esperanza en este mundo, para que se logre sazonar y ser luz, verdaderamente,
y así aportar al mejoramiento de la humanidad, a la construcción de la paz y de
un mejor mundo, más amable y cooperativo?, el mismo Texto nos da respuestas;
principalmente nos brinda dos elementos que deberían aportar a la praxis de la
cristiandad porque nuestra fe no se puede quedar en palabras sino que debe
pasar a la práctica, una práctica que debe ser en sí misma evangelizadora y que
lleva la buena noticia de Cristo a la humanidad, en ese sentido, el primer
elemento que nos brinda el contexto tiene que ver con lo que leíamos el domingo
pasado, las palabras de Jesús hoy en el evangelio tienen como base y sustento
las bienaventuranzas, recordemos que las bienaventuranzas nos abren el discurso
del sermón de la montaña y las mismas son una invitación a ser felices,
dichosos, mientras buscamos la justicia, quienes conocemos a Cristo somos
felices porque en Él superamos miedos y temores, encontramos apoyo en nuestros
hermanos y podemos mirar el mundo de una manera diferente; colaborativa,
constructiva y misericordiosa, la felicidad debería ser la esencia de la fe
cristiana, el encuentro con Cristo cambia nuestra tristeza en gozo y abre
nuestra mente y espíritu para poder comprender Su verdad en nuestras vidas, el
amor de Dios nos transforma y nos invita a amar a los demás, a perdonar y ser
libres, la felicidad que viene de Dios es sazón para nuestra vida porque aunque
se presenten dificultades siempre podemos tener nuestra mirada fija hacia Dios en
esperanza, sonreír ya no es una dificultad por que el gozo que experimentamos
cuando conocemos a Dios es indescriptible y Él se encarga de hacer que esa
alegría sea permanente, de esa forma usted y yo estamos llamados a ser felices
y a hacer felices a otros, a sonreír y brindar esperanza por doquiera que
vayamos.
Ahora bien, un segundo aspecto nos
presenta la lectura en el oficio de ser sal y luz para la humanidad, si bien es
cierto podemos comparar la felicidad con la sal que da sazón a la vida y a la
sociedad esa felicidad se construye sobre la base de la responsabilidad social
y cívica, se es luz cuando comprendemos que somos seres responsables de
construir una sociedad justa y armónica convivencialmente hablando, en ese
sentido, Jesús advierte que no vino para a anular la ley y los profetas sino a
darle cumplimiento, la norma esta diseñada para que los seres humanos logren
una sana convivencia entre si mismos, con la creación y con el Creador y es la razón por la que Jesús no espera anular
la ley, si eliminamos las leyes y las reglas en nuestras sociedad con el
propósito de ser felices la anarquía y el egoísmo harían que nos destruyéramos
entre nosotros mismos, la toma de conciencia por el cuidado del planeta nos ha
hecho replantear la norma y, en muchos casos, la desesperación humana nos ha
hecho acercarnos a la espiritualidad para encontrar mejores caminos de vida, en
mayor o menor escala hay normas para cumplir y nosotros somos luz cuando las
cumplimos no automáticamente sino de manera consciente, encontrando el
significado y la razón por la que existe y de qué manera nosotros aportamos, no
solo exigiendo derechos sino cumpliendo deberes porque lo uno y lo otro hacen
parte de una visión holística del concepto de la ley.
Ser felices o dichosos y cumplir las
normas son el camino que el contexto de nuestra lectura nos da para comprender el
cómo ser sal y luz en un mundo que pierde el sabor y se corrompe poniendo en
riesgo principalmente a nuestras nuevas generaciones, volver a Cristo significa
asumir nuestra responsabilidad moral y social mientras aprendemos la vida de la
mano de la experiencia de amor que solo Él puede darnos.
Con afecto:
Luis Felipe
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