Bienaventurados cuando construimos un mundo mejor
Un café con Cristo
Retomemos nuestro café y pensemos alrededor de lo que Dios nos habla a través de Su Palabra, el final del año pasado y el comienzo de este han tenido cambios interesantes en mi vida que me permiten
aprender y asumir nuevos desafíos, no obstante, es importante retomar este espacio para crecer juntos en torno a la lectura y vivencia del Evangelio.
En este año litúrgico los leccionarios nos proponen caminar con Jesús en la versión del Evangelio de San Mateo, cada domingo una perícopa de este Evangelio será la lectura central de muchas iglesias cristianas y el centro de discusión de este espacio, a excepción de algunos domingos que usaremos el Evangelio según San Juan, como es la costumbre, nuestro café con Cristo estará basado en la versión del Evangelio antes mencionada, me gusta hacer esta aclaración para que logremos comprender el por qué de la secuencia que se usa para este espacio.
Con estas claridades revisemos la enseñanza para el día de hoy; la cita bíblica que se nos propone es quizás una de las joya de la teología de los evangelios porque es el inicio de un compendio de enseñanzas de Jesús al que se le llamó el sermón de la montaña, de esta forma los capítulos cinco al siete nos presentan la marca del discurso de Jesús, el núcleo de su menaje que al final nos permite concluir que lo que el Señor destila en Sus palabras germina en amor y esperanza para la humanidad, en ese orden de ideas, Jesús introduce su mensaje con las bienaventuranzas; vale recordar que la palabra bienaventurado significa afortunado, dichoso o feliz, nos da la impresión de quien experimenta una felicidad plena, de alguna manera las palabras de Jesús son una respuesta práctica a la pregunta filosófica sobre cual es el “fin último” del ser humano, las bienaventuranzas que Jesús nos presenta comienzan siendo un llamado a la justicia y terminan siendo un llamado a la justicia, aunque pareciera que se estuviera diciendo lo mismo el énfasis del comienzo y del final del Evangelio no es el mismo y es lo que pretendo que analicemos el día de hoy.
En la lectura que hemos hecho hoy Jesús hace referencia a dos tipos de personas que son bienaventuradas y que viven contextos diferentes, los primeros son los oprimidos y vulnerados, personalmente tengo la impresión de que cuando pensamos en bienaventuranzas pensamos en ese contraste que nos da los versículos tres al cinco, a saber, bienaventurados los pobres en espíritu, los que lloran y los humildes, la razón es lógica ellos recibirán algo, la promesa del reino, consuelo y alguna ganancia terrenal, en realidad esto no debería ser nuevo para nosotros, los pobres, oprimidos y vulnerados deben ser centro de atención para la comunidad, una sociedad que quiera progresar debería trabajar con los más vulnerables de tal manera que ellos se reconozcan como actores importantes en su contexto y estén desafiados a pasar al otro lado: el consuelo, la promesa y la herencia deben estar marcados por un cambio en la forma de pensar y de vivir, estos elementos son parte de la predicación del Evangelio, constituyen la esperanza del encuentro con Jesús, dicho encuentro proporciona esperanza, vida y deseos de continuar adelante, en términos generales, eso es parte del arrepentimiento, dejar la pasada manera de vivir y asumir con responsabilidad una vida nueva que le permite al ser humano ver las cosas de una mejor manera.
En nuestro entorno hay muchos pobres, muchas personas están llorando y son abusadas en sus derechos, una mirada a las noticias del mundo nos ubica en la realidad, hay muchas Valentinas Trespalacios que están sufriendo el riesgo del feminicidio, hay muchas familias cruzando las fronteras arriesgando la vida pensando en conseguir un mejor futuro, quizás, a cambio de su libertad, hay naciones en guerra y esto genera incertidumbre mundial y economías decadentes, pero quizás lo más preocupante en este entorno es que no estamos predicando el Evangelio y no estamos brindando esperanza a la humanidad, nos hemos vuelto duros ante el dolor del otro, quizás insensibles o, seguramente, estamos muy ocupados en nuestros propios dolores y sumergidos en nuestras vulnerabilidades, no obstante, hay otro tipo de bienaventurados que si bien no están en una situación de privilegio han comprendido que el servicio brinda felicidad y la esperanza deseada en la sociedad.
En ese orden de ideas, los versículos seis al nueve, nos presentan el segundo tipo de personas bienaventuradas y Jesús lo enmarca en quienes tienen hambre y sed de justicia, es decir, en aquellos que han sobrepasado su propia vulnerabilidad para cambiar el entorno, la tarea misma les hace dichosos, quizás este grupo de personas parecen ir caminando contra la corriente, en contravía pero no en contravida, han decidido caminar a la manera de Jesús llevando el amor y la esperanza por el otro, su vida misma se convierte en una utopía que nos hace pensar en las palabras del profeta en el marco de la promesa del derramamiento del Espíritu: “tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes” (Joel 2:28), lo que da sentido al encuentro con Jesús, en este grupo el bienaventurado tiene otras características, a saber, misericordia, honestidad y trabajo por la paz, estas acciones marcan nuestra diferencia con aquellos que no han comprendido el mensaje de Jesús porque hace que nuestras acciones tengan un propósito y es la construcción de un mundo mejor, es claro que esto no es del agrado de la humanidad que no desea la paz, el estigma religioso, las etiquetas e incluso el disgusto de muchas personas seguramente aparecerá y Jesús mismo lo advierte en Su mensaje, pero no es la centralidad del pasaje, es un anexo para que estemos preparados y no nos cansemos de hacer el bien, sabiendo que a su tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos (Gálatas 6:9).
Quizás hoy sea un día para preguntarnos a que grupo de bienaventurados pertenecemos y decidamos pasar al grupo de los que buscan la justicia y la paz y dar el paso de un cambio de vida que nos permita tener la experiencia de caminar con Jesús en la construcción de un mundo mejor.
Con afecto:
Luis Felipe
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