AMOR Y PAZ
Los afanes por buscar una mejor forma de vida, nuestro deseo de ir cada día mejorando en esta vida terrenal, de tener más cosas materiales y de llevar una vida más placentera y cómoda; en ocasiones hacen que nos olvidemos de muchas de las palabras de Jesús, junto con estos buenos deseos, vienen también malas actitudes; la envidia, el orgullo, la soberbia, entre otras, que no permiten que nosotros disfrutemos de las cosas buenas que Dios nos da para beneficio de nuestra vida.
Muchos de nosotros pretendemos ser dueños y señores en un mundo donde apenas llegamos a ser mayordomos, esa consideración que tenemos de nosotros mismos, nos lleva a una vida rutinaria y alejada de Dios, el verdadero dueño de todas las cosas. Juan en su evangelio registra las palabras del Señor Jesús : “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13;35), esta afirmación del Señor Jesús se debe concatenar con el testamento que nos dejo y que también el evangelista registró: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” (Juan 14:27).
Que interesante, en primer lugar Dios nos da un mandamiento nuevo, el imperativo de amarnos unos a otros; el resultado es el testimonio de que somos sus discípulos, y en segundo lugar, nos deja su herencia, nada material, su testamento es paz, pero la paz que solo Él da, no la que el mundo conoce y busca constantemente, sino la que podemos llegar a conocer nosotros mediante nuestro encuentro con el Cristo resucitado.
Amor y paz, y no hablamos de los pensamientos hippistas de los años sesenta, hablamos del testimonio de Dios en la vida de todos aquellos que han tenido una experiencia de fe con Él, estas dos palabras se conjugan en nosotros cada vez que estamos listos para aceptar que tan solo somos mayordomos de las bendiciones que Dios nos da cada día, que lo que tenemos esta al servicio de otros, que es necesario entender primero el amor y luego desear lo material, buscar el Reino de Dios porque lo demás llega por añadidura, que nuestra vida no depende de las cosas materiales que tenemos en nuestra casa, en el banco o incluso en la iglesia, todo esto es efímero, viene y se va, si se perdiera todo lo que tenemos podríamos volver a recuperarlo, pero es mucho mas importante tener claro que Dios nos esta llamando a su amor y a su paz, a que cada acto de nuestra vida; sea en la iglesia, en el trabajo, en el hogar, beneficie y muestre el amor de Dios a los demás.
Es necesario que nuestras comunidades eleven su mirada al cielo y reconozcan cuantas cosas Dios nos ha dado para que nosotros disfrutemos de su bendición y así mismo que dirijan su mirada a los hombres con amor, con el amor de Dios para impactar con un mensaje de vida y testimonio, quizá sin tantas palabras, pero con muchas acciones. Es necesario que empecemos por amarnos los unos a los otros dentro de nuestra comunidad y de nuestro hogar, para que podamos ser acreedores a la herencia de Jesús y así mismo podamos compartir con los de afuera el mensaje divino que da salvación a los hombres.
Es esta la mejor forma de evangelización que podríamos encontrar, los hombres buscan afecto, felicidad, paz, necesitan que alguien les hable con amor y del amor, ya no quieren escuchar críticas, quejas o angustias, los noticieros en nuestro país abundan de esto, ahora la iglesia debe actuar, y debe hablar, pero no de lo desastroso de nuestra sociedad, incluso de nuestra comunidad o de nuestro hogar, sino de las grandes bendiciones que Dios esta derramando en nosotros, la Iglesia debe y necesita testificar ese amor de Dios que ha experimentado, debe ser portadora de buenas nuevas, debe dar vida a la sociedad, porque está para ser sal en la tierra y luz en el mundo.
Muchos de nosotros pretendemos ser dueños y señores en un mundo donde apenas llegamos a ser mayordomos, esa consideración que tenemos de nosotros mismos, nos lleva a una vida rutinaria y alejada de Dios, el verdadero dueño de todas las cosas. Juan en su evangelio registra las palabras del Señor Jesús : “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13;35), esta afirmación del Señor Jesús se debe concatenar con el testamento que nos dejo y que también el evangelista registró: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” (Juan 14:27).
Que interesante, en primer lugar Dios nos da un mandamiento nuevo, el imperativo de amarnos unos a otros; el resultado es el testimonio de que somos sus discípulos, y en segundo lugar, nos deja su herencia, nada material, su testamento es paz, pero la paz que solo Él da, no la que el mundo conoce y busca constantemente, sino la que podemos llegar a conocer nosotros mediante nuestro encuentro con el Cristo resucitado.
Amor y paz, y no hablamos de los pensamientos hippistas de los años sesenta, hablamos del testimonio de Dios en la vida de todos aquellos que han tenido una experiencia de fe con Él, estas dos palabras se conjugan en nosotros cada vez que estamos listos para aceptar que tan solo somos mayordomos de las bendiciones que Dios nos da cada día, que lo que tenemos esta al servicio de otros, que es necesario entender primero el amor y luego desear lo material, buscar el Reino de Dios porque lo demás llega por añadidura, que nuestra vida no depende de las cosas materiales que tenemos en nuestra casa, en el banco o incluso en la iglesia, todo esto es efímero, viene y se va, si se perdiera todo lo que tenemos podríamos volver a recuperarlo, pero es mucho mas importante tener claro que Dios nos esta llamando a su amor y a su paz, a que cada acto de nuestra vida; sea en la iglesia, en el trabajo, en el hogar, beneficie y muestre el amor de Dios a los demás.
Es necesario que nuestras comunidades eleven su mirada al cielo y reconozcan cuantas cosas Dios nos ha dado para que nosotros disfrutemos de su bendición y así mismo que dirijan su mirada a los hombres con amor, con el amor de Dios para impactar con un mensaje de vida y testimonio, quizá sin tantas palabras, pero con muchas acciones. Es necesario que empecemos por amarnos los unos a los otros dentro de nuestra comunidad y de nuestro hogar, para que podamos ser acreedores a la herencia de Jesús y así mismo podamos compartir con los de afuera el mensaje divino que da salvación a los hombres.
Es esta la mejor forma de evangelización que podríamos encontrar, los hombres buscan afecto, felicidad, paz, necesitan que alguien les hable con amor y del amor, ya no quieren escuchar críticas, quejas o angustias, los noticieros en nuestro país abundan de esto, ahora la iglesia debe actuar, y debe hablar, pero no de lo desastroso de nuestra sociedad, incluso de nuestra comunidad o de nuestro hogar, sino de las grandes bendiciones que Dios esta derramando en nosotros, la Iglesia debe y necesita testificar ese amor de Dios que ha experimentado, debe ser portadora de buenas nuevas, debe dar vida a la sociedad, porque está para ser sal en la tierra y luz en el mundo.
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